miércoles, 23 de septiembre de 2009

Cómo eres según lo que sea

Como seres humanos, qué tendremos que necesitamos atribuir y dirigir nuestras vidas por cosas de fuera, y una de las que más nos gustan son los horóscopos.

Ateos, cienciólogos, ermitaños, budistas, haruhistas, materialistas, dequeístas, progresistas, listas, maristas, etc… seas lo que seas entre los que te identifiques crean en lo que crean siempre, siempre, siempre existirá quien crea en los horóscopos, la adivinación, etc. Se puede creer o no creer en mil cosas, pero siempre habrá alguien que crea en este gran invento humano.

Amablemente esa señora se ofrece a leerte la mano para decirte cómo esta va a dirigir tu vida: el dinero que vas a tener, tus matrimonios, tus hijos, tu trabajo… ¡Todo está en tu mano! ¿A caso soy yo o esta expresión toma dos sentidos aquí? Pues depende de si crees en la adivinación o no. Puedes entender que realmente tu futuro está escrito en tu palma o pensar por contrario que en tu poder queda lo que quieres hacer con tu vida y nada te lo va a decir. Si acaso… poniéndonos a pensar incluso –a fuerza de esto- a pensar en refranes con manos… ¿Quién realmente conoce algo como la palma de su mano? Seguro que quien inventó la frase no pensó en esta complejidad.

Dejando a un lado temas de adivinación, etc quería hablar sobre esos métodos o como se quieran llamar que te hablan de tu personalidad según tu algo.

Me explico, va desde lo más sencillo hasta lo más complejo, resulta que a día de hoy e ignorándolo podemos conocer a una persona por el color de su camiseta, la marca de pilas que usa en su mp3 (los que llevan bateria ya son la leche) o la cantidad de dentífrico que usan sobre el cepillo (los que lo usen, que tiene que haber de todo). Pregunto yo… ¿En base a que? ¿Si visto de rojo soy violento? ¿Si me peino patrás soy una persona cerrada a nuevas relaciones?

La psicología juega un papel fundamental en la creencia de horóscopos y similares como métodos de adivinación o catalogación de las personas. Esto es por que al leer uno de estos… “criterios” según lo que “somos” nosotros, logramos identificar con mayor facilidad las facultades que por ciencia infusa o coincidencia aparecen en la revista, en el periódico, el correo o el teletexto.

Sin ir más lejos, podemos ir al más antiguo de todos: el horóscopo. Según tu signo zodiacal serás de una manera o de otra… El hecho de haber nacido en un periodo del año u otro determina tu personalidad, eliminando tu libertad de ser tu mismo, según el horóscopo existen unas características clave que te definen. ¿Significa eso que personas como Freddie Mercury y Luis XIV, que comparten horóscopo son identificables principalmente por el hecho de haber nacido en Septiembre, que sean Virgo? ¿O habrá más diferencias que coincidencias en sus seres?

Ese es el factor psicológico en el que interviene el horóscopo o la adivinación, si nos dicen que tenemos una personalidad doble pensaremos: yo tan pronto me enfado como me contento, así que puede que tenga razón, y lo damos como verdadero. Si encontramos diferencias, no les damos importancia, nos fijamos en las coincidencias. A fuerza de esto, se puede creer también que será igualmente válido el hecho de que un horóscopo te diga el futuro, ya vayas a tener suerte en el amor, la familia o el dinero.

Digo yo… ¿el horóscopo te hace o lo haces? ¿Qué libertad le falta a una persona para hacer cuanto él quiera sin que las estrellas se lo digan? ¿Qué enlace guardan los astros con cada persona que nace en este mundo? ¿Con qué sentido nos pueden juzgar?

Al ser esto psicológico, cualquiera de nosotros puede ser un adivino:

Es fácil y divertido, solo tienes que buscar un criterio bonito e inventarte algo relacionado con él para catalogar a la gente. Siempre acertarás de una manera u otra, y es el efecto que causa en nosotros: que se trata de verdadera magia, que todos estamos cortados por el patrón de los astros.

Os pondré un ejemplo.

¿Cómo eres según tu nota musical favorita? Piensa una nota musical y apuntala, compara resultados abajo:

Do: eres una persona que adora ser primero en todo, para ti lo nuevo y lo principal es lo más importante.
Re: eres una persona repetitiva, necesitas reiterar las cosas para sentirte completamente segur@ de algo.
Mi: eres una persona egocéntrica y posesiva, para ti es más importante lo que piensas tu por encima de los demás.
Fa: Tu olor corporal se desprende con fuerza.
Sol: eres una persona alegre y sin preocupaciones, tienes tus momentos altos y bajos, pero siempre te ven brillar.
La: eres laísta.
Si: eres una persona positiva, para ti todo tiene un lado bueno y buscas sacárselo a todo.

Puede que no con todos, pero seguro que con alguno he acertado. Yo he creado este criterio, vosotros podéis hacer otros. La adivinación pues, es un arte muy antiguo en el que se puede creer, o no.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Los disfraces

Las personas somos los seres más extraños que puedes echarte a la cara. Si no, no se explicaría la necesidad, exclusivamente humana, de disfrazarnos continuamente.

Un disfraz, en sentido literal, es un objeto o prenda de vestir que cambia nuestro aspecto físico, de forma que los demás nos ven externamente de forma distinta a como somos en realidad. A veces, un disfraz puede consistir simplemente en una careta, o una máscara que oculte una parte de nuestro rostro, o incluso en un antifaz, que sencillamente esconde nuestros ojos de miradas ajenas. Otras veces, en cambio, los disfraces son de cuerpo entero, de forma que apenas podrían reconocernos con él puesto.

De cualquier modo, los disfraces, en sentido literal, son mentiras de tela que nos ponemos puntualmente en carnavales o fiestas de la misma índole para reírnos y pasárnoslo bien. Pero, como habréis imaginado, no es mi intención hablar aquí de los disfraces “en sentido literal”.

Y es que podemos establecer fácilmente una analogía entre estos disfraces físicos o externos y los disfraces “emocionales” o psicológicos, y aquí es donde entra en juego la innegable rareza humana. Pues algún listillo podría decirme que los disfraces no son algo necesariamente humano, ya que algunas especies de camaleones y otros bichejos similares pueden camuflarse para protegerse de sus depredadores, y esto es un disfraz en toda regla, y ahí sí que estamos de acuerdo. Pero también estaremos de acuerdo, o eso espero, si afirmo que el ser humano es el único animal con la capacidad de reprimir impulsos y atenuar o suprimir deseos, inquietudes e inclinaciones. Y esto, en definitiva, es disfrazar nuestra personalidad. Imagínate que estás en un banquete de boda, o en una comida familiar a la que asiste gente que no conoces de nada (cosa curiosa, por cierto, pero que siempre suele suceder), y te apetece comerte la última croqueta que queda en el plato de las croquetas (¿pero qué cojones tendrá la última croqueta, digo yo, que nunca nadie se la come…?), pero no lo haces porque te da vergüenza, a ver si se van a pensar que soy un gumias, piensas, y te esperas a que llegue otro menos vergonzoso que tú y dé cuenta de la pobre croqueta en tu lugar. Analicemos qué ha pasado. Has dejado de hacer algo que querías hacer, voluntariamente pero a la vez un poco condicionado por una causa externa: la vergüenza, el qué dirán; con el único propósito de evitar que los demás conocieran tu verdadera intención: comerte la maldita croqueta con gula, saboreando hasta el último grumito de jamón, mientras los demás te miran con lágrimas en los ojos y cara de, tío, la quería yo, joder… Si eso no es disfrazar nuestra personalidad, que venga Dios y lo vea.

Podría poner mil ejemplos más. Nos disfrazamos cuando decimos “ya te llamaré”, y en realidad queremos decir “no te llamaría ni aunque me estuviera desangrando y fueras la única persona en el mundo capaz de hacerme una transfusión”. Nos disfrazamos cuando le hacemos la pelota a un profesor para que nos apruebe, o a nuestros padres para que nos den dinero, o a nuestro jefe para que nos suba el sueldo, y en realidad queremos que cumplan nuestros deseos de una vez por todas para acabar cuanto antes con el paripé. Nos disfrazamos cuando tratamos de usted al banquero a quien solicitamos un crédito que sabemos de antemano que no nos van a conceder, aunque en realidad estemos cagándonos en todo su santísimo árbol genealógico en sentido ascendente. Nos disfrazamos cuando invitamos a nuestros amigos de quita y pon a otra ronda aunque en realidad estemos deseando que se vayan a freír monas de una vez por todas. Etcétera.

De lo anterior se deduce que el disfraz más común es la amabilidad. En la inmensa mayoría de las ocasiones, nos mostramos amables porque nos sentimos obligados a ello. Renunciamos a la sinceridad por la amabilidad. Un mundo sin disfraces sería más sincero, más real, pero menos agradable, seguramente, y eso que la amabilidad no es el único disfraz que el ser humano viste habitualmente. Y si no, ahí está el disfraz del amigo desinteresado, el del graciosillo, el del enamorado empedernido, el del falso arrepentido…

Pero no nos entretengamos más de lo necesario, y sigamos con esta extraña analogía. Al igual que los antifaces y las máscaras en el caso de los disfraces que hemos convenido llamar “físicos”, los disfraces emocionales pueden cubrir una parte más o menos pequeña de lo que somos, como ocurría en los ejemplos anteriores, y éstos son los casos más comunes. Pero también puede ocurrir que los disfraces nos cubran de arriba abajo, que no dejen ver lo que somos realmente, a veces quizás algo, una pequeña parte apenas apreciable bajo un repliegue o a través de alguna transparencia, y otras veces nada de nada, decepción total, el disfraz se adapta a nosotros y oculta tan perfectamente nuestra personalidad, psicología y modo de ser, por diferentes que sean ambos (entiéndase, disfraz y personalidad), que resulta totalmente imposible saber qué se oculta detrás. A veces, no obstante, sabemos que una persona va disfrazada, pero somos los demás quienes no nos atrevemos a mirar debajo del disfraz, porque no nos interesa saber lo que hay debajo, o nos da miedo saberlo. Y ahí tenemos a los que, siendo malvados y perversos, se disfrazan de buenas personas, como el simpático pederasta que te regala chupa-chups si tienes menos de seis años,el humilde y servicial obispo que se limpia el culo con crucifijos de oro, o el político que promete el oro y el moro…, y al final sólo nos trae el moro.

Menos común, aunque no por ello inexistente, es el caso contrario, pues hay quienes se disfrazan de rebeldes sin causa cuando en realidad tienen un corazón que no les cabe en el pecho. En los casos más extremos, el disfraz adopta forma de navajas, peleas, drogas y cárcel. Pero siempre se puede dar marcha atrás, o casi siempre, porque a veces vamos tan disfrazados, tan mentidos, que olvidamos quiénes somos…, y olvidar quién eres es lo más peligroso que te puede pasar en la vida.

En cualquier caso, los disfraces, al igual que el tiempo, es un invento humano que no debería existir, pero que se ha convertido en un mal necesario… Yo no puedo ir a mi profesor, que me acaba de suspender injustamente, y decirle que prefiero dispararme en la rodilla a ver la cara de tumor que tiene, por muy a gusto que me quedara y por mucho que realmente lo sintiera… No siempre puedes mostrarte tal como eres, aunque de eso tenemos la culpa nosotros mismos, por habernos inventado los disfraces. Pero a veces pienso que abusamos de esas mentiras llamadas disfraces, y que probablemente el mundo sería un poquito mejor si nos los quitáramos de vez en cuando.

Un saludo.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Point of Know return

En esta ocasión os traigo un tema musical acerca del cual quiero hacer una reflexión sobre una de las más difíciles fases que pasa el ser humano tras tomar una decisión: el arrepentimiento.

El tema original está en ingles, yo he realizado una pequeña adaptación de la letra para que sea más fácil de entender que con una traducción “meidingugel” que como todos sabemos, muy de fiar no es. El título de la canción es “Point of Know return”, que viene significando “Punto de saber volver”. Esta expresión en español no la utilizamos como tal, así que he modificado esta parte de la letra por “Point of no return”, “Punto sin retorno”, expresión equivalente en nuestra lengua que nos hace entender mucho mejor lo que nos quiere decir Kansas, la banda americana que creó e interpretó este tema.

No haré un análisis de la canción desde el punto de vista musical, sino que lo haré de tal manera, como ya he dicho, que se pueda hacer una reflexión sobre el mensaje que transmite a través de una letra que nos cuenta una historia ficticia sucedida hace muchos años, cuando los marineros creían que la tierra era plana y creían en un “Punto sin retorno” a partir del cual no podrían dar la vuelta al timón y volver a tierra para salvar sus vidas y evitar caer al abismo.

Os dejo aquí un enlace para que escuchéis la canción. Os aconsejo escucharla mientras seguís la traducción y ayudaros de la letra original para no perderos en caso de que esto pase. Después quizás os guste también oírla a lo largo de la reflexión.

Point of Know return - Kansas

Letra original en ingles

I Heard The Men Saying Something
The Captains Tell They Pay You Well
And They Say They Need Sailing Men To
Show The Way, And Leave Today
Was It You That Said, "how Long, How Long?"

They Say The Sea Turns So Dark That
You Know It´s Time, You See The Sign
They Say The Point Demons Guard Is
An Ocean Grave, For All The Brave,
Was It You That Said, "how Long, How Long,
How Long To The Point Of no Return?"

Your Father, He Said He Needs You
Your Mother, She Says She Loves You
Your Brothers, They Echo Your Words:
"how Far To The Point Of no Return?"
"well, How Long?"

Today I Found A Message Floating
In The Sea From You To Me
It Said That When You Could See It
You Cried With Fear, The Point Was Near
Was It You That Said, "how Long, How Long
To The Point Of no Return?"  




Adaptación al castellano

Escuché a un hombre diciendo algo
Los capitanes dicen que te pagaron bien
Y dijeron que necesitaban navegantes para
mostrarles el camino y llegar hoy.
¿Eras tu el que decía “cuanto queda, cuanto queda?

Dicen que el mar se vuelve tan oscuro que
Sabes que es el momento, ves la señal
Dicen que es el punto que guardan los demonios,
Una tumba en el océano, para todos los valientes
¿Eras tu el que decía “cuanto queda, cuanto queda?
¿Cuánto queda hasta el punto sin retorno?

Tu padre, él dijo que te necesita.
Tu madre, ella dijo que te amaba.
Tus hermanos, ellos repitieron tus palabras:
“¿Cuánto queda hasta el punto sin retorno?”
“Bueno, ¿Cuánto queda?”

Hoy he encontrado un mensaje flotando
En el mar, de ti para mí.
Decía que cuando pudiste verlo
Lloraste con miedo, el punto estaba cerca
¿Eras tu el que decía “cuanto queda, cuanto queda, cuánto queda hasta el punto sin retorno?



Al igual que los navegantes creían en un punto mitológico situado en el océano guardado por demonios y bestias apocalípticas que al atravesarlo, era tarde para volver atrás y salvarse, las personas y el arrepentimiento humano están ahí, o no, según quien sea. Hay personas capaces de soportar el arrepentimiento y tragárselo, o capaces de percibir las cosas como algo que no requiere arrepentimiento alguno.

Pero siempre todo acto que realizamos deja alguna secuela. Un navío revuelve el agua por donde pasa y esta nunca vuelve a donde estaba antes. De igual modo, los sucesos de nuestra vida que dejamos atrás, quedan revueltos en la realidad pero retenidos en nuestra memoria. Pueden ser movimientos positivos o negativos según los percibamos. Esto no supone un problema mientras nuestras aguas revueltas nos transmitan una sensación positiva, pero cuando no es así, surge el arrepentimiento: ese querer reparar algo (no que hacerlo) que crees que podrías haber hecho de otro modo y recapacitas sobre cómo podrías haber llevado esa situación de otra manera. Tal vez en una fase de arrepentimiento quieras simplemente volver atrás y empezar de cero, o no, porque piensas que ya el agua está muy revuelta. Tal vez sea cosa de olvidar, o no. Tal vez se arregle con diálogo, o prestando nuevas oportunidades de un modo u otro o no.

El “Punto sin retorno” es en el que las personas seguimos creyendo. No a nivel cartográfico (lógicamente) sino psicológico o a veces incluso moral. Creemos que hay un punto a partir del cual no podemos arrepentirnos de nuestros actos, que no hay vuelta atrás, y damos la espalda al problema sin prestarle solución, a veces incluso a falta de arrepentimiento porque creemos que está bien. Creemos que a partir de cierto momento no podemos agarrar con firmeza el timón y evitar cruzar el punto, volver a tierra o navegar por aguas seguras.

Pero un mito es un mito, y esté en el contexto que esté lo seguirá siendo.

Si no existía un “Punto sin retorno” al final de la tierra, en la mente humana no tiene porque manifestarse, podemos ser capaces de darnos cuenta de que nunca es tarde para arrepentirnos. Podemos incluso pensar que quizás haya cosas de las que si podamos arrepentirnos y retomar de otra manera.

En la canción esto se refleja de una manera muy clara: un navegante bien pagado embarca y los marinos le guían camino al “Punto sin retorno”. Este sujeto, el protagonista se pregunta continuamente de manera obsesiva “¿Cuánto queda, cuánto queda?” Porque sabe a que se enfrenta, quiere estar seguro de que llegado el momento podrá decir “basta” y volver atrás, necesita saber cuanto tiempo tiene para arrepentirse, es lo unico que no sabe, dónde está el punto a partir del cual no podrá hacer nada.

La canción describe la llegada al punto como el oscurecimiento del mar, la llegada a un lugar custodiado por demonios y bestias. Esto es fácilmente interpretable como la llegada de los malos pensamientos y las sensaciones negativas. Saber que algo no va bien, darse cuenta de que no se ha obrado como se debería, y es cuando empieza a surgir el arrepentimiento.

La familia del protagonista sabía también este triste destino (el no retorno) y transmitieron su mensaje de necesidad, amor y preocupación. La canción termina cuando “yo” recibo un mensaje de este navegante, que aterrado lloraba ante la llegada al punto sin retorno, su miedo le impidió actuar ante el arrepentimiento, era consciente de que llegaría al punto sin retorno pero el miedo le hacía preocuparse tanto por cuándo llegaría que no pensó en si debía arrepentirse o no. En este caso, sí debió, y perdió la oportunidad.

No hay que arrepentirse con miedo al propio hecho de arrepentirse porque creamos que las cosas tienen que ser como están y no podamos arreglarlas. Di un amplio “no” al conformismo, ya que siempre habrá algo que te haga un poco más feliz. Puede que aunque cueste un poco, arrepintiéndote de algo todo se arregle, no hay punto sin retorno, eso es algo que tú impones, puede que aunque no lo percibieras del modo correcto antes, te des cuenta con el tiempo de que todo iba bien. No al punto sin retorno, no al conformismo. Tampoco hay que obcecarse con el temor a ese punto sin retorno, ya está dicho que el mito, en mito se queda. El arrepentimiento no dolerá tanto como el saber que no hiciste lo que debiste cuando tuviste la oportunidad, si te vas a arrepentir, hazlo de algo que hayas hecho y no de algo que guardes en tu mente.

El arrepentimiento como tal no sirve de nada, es la determinación de cada uno la que hace que actuemos o no para solucionar una circunstancia de arrepentimiento. Por si solo, el arrepentimiento solo es una fase negativa que causa dudas y dolor, y por norma general tratamos de ignorar y dejar que el tiempo cure. Pero cuando realmente aceptamos que el arrepentimiento también es una realidad, podemos tomar la decisión de hacer algo al respecto.

Arrepentirse no es volver hacia atrás, por lo que no tiene que suponer volver a caer, arrepentirse es el primer paso para iniciar un nuevo episodio.

No hay punto sin retorno, nunca es tarde para nada, ni tal siquiera para arrepentirse, busca el punto medio entre la razón y el corazón y lucha por lo que de verdad importa, o no.

sábado, 12 de septiembre de 2009

El circo

Pasen y vean, la entrada es gratis y el espectáculo ensordecedor. Siéntense cómodamente en el sillón de su casa, abran una lata de coca-cola, agárrense unas patatas fritas y disfruten del show. El único precio a pagar es pulsar un botón, da lo mismo cuál, de los nueve que hay a su disposición, pulsen uno, relájense, vean y escuchen. Hoy tenemos payasos sin nariz de goma que dan más pena que risa, monos de feria enjaulados de toda edad y condición, aquí no se salva ni Dios, dispuestos a liberar toda su furia para su gusto y entretenimiento, acróbatas de las puñaladas verbales, prestidigitadores de la demagogia y la mentira, trapecistas de la sinrazón y de la acusación sin fundamento, magos de la hipocresía, serpientes que escupen preguntas envenenadas y bufones sin vida privada que venden la poca dignidad que les quedaba dándoles respuesta sin pudor, sin miedo, aquí lo que vende es el morbo por el morbo y la carnaza, da igual si es nueva o si está podrida por los años y la muerte.

Aquí no hacemos distinciones, da igual tu raza, sexo, religión y condición, para que luego nos tachen de nada, con lo guays que somos, si hasta tú puedes ser el protagonista de la próxima función, el único requisito es haberte petado a algún payasete de los que ya forman parte de la cantera, o, en su defecto, saber de alguien, no importa lo lejano que sea a ti, que cumpla con el primer requisito. Si el susodicho payasete está olvidado, muerto, o si ha conseguido salir de este circo, dejar de ser un panoli, y rehacer su vida, cosa difícil, por cierto, pocos son los que lo consiguen, pues tanto mejor. No te preocupes si careces de este tipo de contactos…, siempre nos quedará nuestro recurso más productivo y morboso: la mentira. Si nos quedamos sin historias, nos las inventamos. Si no hay culpables, los dibujamos, y los acusamos bajo prudentes “presuntos” y “me han dicho ques”, total, qué más da, sólo son personas, algunas quizás tengan familia, hijos, marido o mujer y esas cosas…, pero ellos son daños colaterales, el precio de la fama, si no te gusta, no haber entrado, que no te hayan metido, te jodes, no hay vuelta atrás, aquí no hay lugar para la compasión ni para las segundas oportunidades.

Y lo mejor de todo es que da igual lo inverosímil, retorcida, bizarra e inmoral que sea la mentira que te inventes, la gente se la va a creer igual, o al menos va a hacer como que se la cree, nuestros fieles espectadores son muy buenos fingiendo, nos facilitan mucho el trabajo, qué palabra tan seria en los tiempos que corren como para emplearla aquí tan libremente, en fin, decía, nos facilitan mucho nuestra dudosa labor, dejémoslo ahí, al comerse con patatas nuestras contradicciones, nuestros donde dije digo digo Diego y nuestras fuentes infalibles que nunca dan pie con bola.

Y comienza el espectáculo. Música, maestro. A bombo y platillo, un señor amaneradamente trajeado presenta el primer número de la noche: el hijo del vecino de la prostituta que frecuentaba el cuñado de un celebérrimo cantante habla de sus andanzas sexuales con el gato de la abuela de la sobrina de otro celebérrimo actor de Hollywood. Si es que todo queda en familia, joder, que el mundo es un pañuelo, con muchos mocos, eso sí, todo llenito de mierda para repartir y vender a placer.

Las lágrimas dan más morbo si son de cocodrilo, o, mejor dicho, de caimán, las hostias, verbales y físicas, duelen (y venden) más si no están preparadas, si salen espontáneas, y si la cámara las capta, tanto mejor. Los debates subidos de tono, siempre con los mismos colaboradores, que saben de todo, que son unos cracks, que da igual si se habla del aborto, de la eutanasia, o de la reproducción estival de los zánganos, que al final todo es política: la culpa es del cejas, pero como el bigotes hizo lo mismo, la culpa queda saldada, ya no es de nadie, la responsabilidad se elude, qué más da; los debates subidos de tono, decía, por mucho que nos esforcemos en maquillarlos con una intelectualidad falsa e hipócrita, sólo sirven porque siempre provocan un aumento considerable de la afluencia a este circo mediático, la audiencia se dispara con las palabras malsonantes y las expresiones vulgares y groseras, los picos se corresponden con los insultos y las salidas de tono, a la gente le va la marcha, y acuden a la sangre, sea real o inventada, pactada, qué más da, como las moscas a la mierda.

Por si fuera poco, ahora tenemos una “novedad” que por estas fechas cumple diez años. Lo de encerrar a diez, doce, quince señores, señoras, señoritas y gentuza de toda clase y condición, da igual el número exacto, tanto mejor cuanto más alejados de la normalidad sean, porque lo friqui tira más, dentro de una casa llena de cámaras para mostrar sus desvergüenzas a todo el país, lo que decíamos, el morbo por el morbo, siempre es un buen reclamo para las moscas, digo, en qué estaría pensando, para todas las respetables personas que cada día se sientan frente a sus televisores y contribuyen con su sed de morbo absurdo al sostenimiento de este circo de mentira y mierda.

Pasen y vean, la entrada es gratis y el espectáculo es… ¿irrepetible? No, no lo es, y esta es otra maravillosa particularidad de nuestro circo. El espectáculo es cíclico, se repite cada veinticuatro horas, los trescientos sesenta y cinco días del año (trescientos sesenta y seis, si es bisiesto). Una maravilla.

Pasen y vean. Siéntense cómodamente y disfruten.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Nada es imposible (I) - los deseos

Primera entrada "idealista"

Los deseos son aquellas pretensiones a las cuales calificamos de más desesperadas y profundas de nuestra alma.

Hay quien dice que deseamos cosas posibles o imposibles, pues bien, esto es incorrecto: los deseos son siempre sobre cosas imposibles, deseamos cosas que sabemos que de otro modo no conseguiremos, por eso nos limitamos a “desear algo” y esperar sin más que por fuerza divina, de los astros o de la vela del pastel de cumpleaños, se realice. Por contrario, si deseásemos cosas posibles, serían cosas por las que pudiéramos movilizarnos y actuar por lograr realizarlos, nos implicaríamos en ello, y eso lo hace dejar de ser deseo y ser una meta para nosotros.

Un deseo se formula y se espera, hay quien lo hace con esperanza de verlo hecho realidad sin plazo fijo. Un deseo nunca se cumple, lo que llamamos un deseo cumplido, no lo es, deja de serlo en el momento en que es posible.

Nada sucede por gracia divina ni casualidad, todo está en tu mano. Si no, analicemos los deseos más frecuentes dados a lo largo de la historia de la humanidad: inmortalidad, capacidad de volar con tu propio cuerpo, enamorar a quien te enamora, recuperar el amor perdido, la resurrección de los muertos, hallar la verdad, descubrir el porqué del universo, poder, dinero, lotería… Si los deseos son un invento de Dios, desde luego hay que joderse qué mala leche tiene. Dotarnos de la capacidad de esperar cosas que sabemos que nunca sucederán es una crueldad.

Sin embargo un deseo es algo perfectamente pensable, ya que está en nuestra mente. Hay cosas racionalmente imposibles como es poder volar o racionalmente posibles pero difíciles de pensar. Cada persona percibe su entorno de una manera distinta según su circunstancia y actúa en consecuencia. En un momento dado, esa persona, por racional que sea puede llegar a “desear” algo imposible, algo que puede hacer de su circunstancia algo mejor, peor no deja que sea así justo por su razón, ese ver las cosas “tal como son, hay que aceptarlo” sin dejar posibilidad de pensamiento a otras posibles ideas como que si las cosas no son como se quiere, es justo por que no se quiere pensar de otra forma, y esa es la primera barrera que nos impide ver las cosas de otro modo y dar hechos posibles como imposibles. Aquí recurrimos a formular un deseo por que vemos que de lo contrario no se cumplirá, sin embargo, como ya hemos dicho, nada sucede por inercia de las energías ni los hados, si eres capaz de centrar tu mente, conocer y ampliar el campo de visión, abrir tus posibilidades, comprender que no todo tiene por que ser justo como tu razón te dice que tiene que ser, puedes llegar a cosas inimaginables.

Nada es imposible, ni tal siquiera repetir una historia o impedir que tu razón te traicione, en muchas ocasiones, la razón humana nos hace actuar en contra de nuestros propios “deseos” haciéndonos ver nuestra propia circunstancia como algo invariable, pero que sin embargo, si tomamos nuevas formas de pensar dentro de nuestro propio pensamiento, tal vez si escuchamos un poco a nuestra “alma” que tiende a decirnos lo contrario a la razón, podemos descubrir que quizás lo que nuestra razón nos dice no es lo que nos dará felicidad, y que asuntos que no requieren racionalidad, no debemos condicionarlos a ella.

Todo está en la cabeza, tu razón te puede decir que piensas, pero jamás qué sientes. No hay que hacer caso a los dictados sentimentales de la razón, es un campo que no le pertenece, y por esto es tu razón la que te impide actuar según los dictados del alma, aquí es donde definitivamente murieron los deseos. Si tu razón dicta tus sentimientos, no serán tales, ya que el campo sentimental, de la ilusión, la creencia, la amistad, el amor, pertenece a aquello llamado "alma" y no a la razón. La razón te persuade para convencerte de una realidad con la que te tienes que conformar, sin posibilidad de cambio. Hay un conocido refrán que dice "No se ama con razón, con razón se ama" y es un buen ejemplo de una de las muchas barreras que interpone la razón y las ilusiones.

Por eso yo propongo esto: No desees nunca, pretende, ponte en marcha, haz que sea posible si quieres lograr algo, lábratelo, hazlo tuyo, lucha contra lo que te diga la razón y descubrirás el sentimiento, conserva el bien que consigas, no lo dejes marchar, no pierdas oportunidad, recupéralo.

Transforma los deseos en metas, haz que no sean deseos, cosas que a través del esfuerzo, la dedicación, la perseverancia, la paciencia, el apoyo, el amor, la determinación se puedan realizar. No dejes a la razón intervenir, o nunca alcanzarás esa felicidad. No te conformes solo por lo que te diga la razón que tienes ahora, no creas que es suficiente, si sabes que necesitas más o que necesitas algo que tuviste, a por ello, deja a un lado el sentido y haz caso al corazón. Nada es imposible, no al menos si no deseas nada y empiezas a luchar. O no.

sábado, 5 de septiembre de 2009

El tiempo (I)

Suena el despertador. Te despiertas, el molesto zumbido te traspasa el alma y el cerebro. Son las [inserta aquí la hora a la que te despiertas normalmente], es pronto todavía, aún no han puesto ni las calles, voy a dormir dos minutitos más, piensas, mientras tus párpados se caen y las legañas hacen las veces de pegamento.

Media hora después te incorporas de golpe. Por algún extraño motivo que la razón humana no alcanza a entender, el despertador se ha desprogramado y se ha negado a sonar de nuevo. Llegas tarde. Llegas media hora tarde. Despertarte, vestirte, abrir la puerta y salir corriendo cortando el aire como un rayo es todo uno. Y en el coche, o en el autobús, o en el tren, o en el trolebús, o en el que sea tu medio de transporte habitual, piensas en la pedazo de peta que tu profesor, o tu jefe, o tu novio/a, o quienquiera que sea con quien hayas quedado, te va a echar encima por tu improcedente, imperdonable e injustificado retraso.

Te voy a decir algo. De entre todos los inventos absurdos, ridículos e inservibles que ha parido la humanidad, el tiempo es el peor de todos. Pero, ¿qué es el tiempo? Venga, dímelo. No hay huevos a definirlo sin mirar el diccionario. La realidad, si es que existe (aunque eso ya es otro tema), lo hace al margen del tiempo; el tiempo no es más que un molde que le ponemos a la realidad porque nos conviene… El tiempo es el único invento que no existe ni después de inventado. ¿Entonces, por qué nos lo hemos sacado de la manga? Pues porque el tiempo nos permite decir: esto ha ocurrido antes, esto otro está ocurriendo ahora, esto de más allá va a ocurrir luego… Pero, ¿quiénes somos nosotros para decidir lo que fue antes, lo que es ahora y lo que será luego? ¿Por qué no podemos morirnos antes de nacer? Si no nos hubiéramos inventado el tiempo, podríamos hacer cosas tan molonas como ésa.

No contentos con haber inventado algo tan molesto y perverso como el tiempo, encima ideamos formas de medirlo. Y ahí están los aztecas y los mayas haciendo calendarios precisísimos…, y Julio César, y Playboy haciendo calendarios también… Tampoco sé a quién le dio por dividir el año en días, y el día en horas (¿por qué veinticuatro?), y las horas en segundos (¿por qué tres mil seiscientos? Coño, ¿es que no había divisiones más sencillas?).

Pero lo que más me carcome el alma es el tema de los horarios. Esas tablitas de colores cutres hechas en Word que cuelgan en los tablones de anuncios de los centros de trabajo, de las universidades, de los colegios y demás instituciones. Para mí que los horarios son los instrumentos de dominación más peligrosos que existen… Los horarios controlan nuestra vida, y seguro que detrás de ellos hay un peligroso complot internacional.

Porque si no, no se explica que tengamos que levantarnos a eso de las siete de la mañana, hora arriba hora abajo (y estamos hablando de España, que en otros lugares son más exagerados todavía). Tal aberración debería ser denunciable. Los políticos deberían demostrar que sirven para algo promoviendo una ley que prohibiera que la jornada laboral y lectiva comenzara antes de las once de la mañana. Las once es una hora aceptable para comenzar a trabajar, o a estudiar… Pero, ¿las siete? Por favor, ¿qué broma es ésta?

Piénsalo bien. Si pudiéramos viajar hacia atrás en el tiempo para agarrar al gañán que lo inventó y pegarle cuatro pedradas y así evitar que condenara a la Humanidad a vivir por y para el tiempo hasta el fin de su existencia, todo sería mucho más fácil y divertido. Tu jefe no te despediría por llegar tarde (disculpe, yo no me he retrasado; usted es quien se ha adelantado), ni tu profesor te suspendería por no entregar a tiempo -otra curiosa expresión-, el dichoso trabajo de Lengua (¿que era p’al lunes? ¿Y ande queda eso?), ni tu novia te dejaría por no acordarte de vuestro aniversario (¿que llevamos un año juntos? ¿Y puedo preguntarte, cariño, qué coño es un año?).

Si es que el tiempo es una mierda, joder… ¿O no?

viernes, 4 de septiembre de 2009

Todo puede ser... o no

Recordad siempre plantearos esto siempre que hagáis una afirmación:

'O no'

Dentro de lo que son las cosas, el hecho de ser por ser, puede ser o no. Fuera incluso también; o no.

No pretendo que nadie entienda lo que acabo de decir, solo me gustaría exponer, que toda certeza, toda seguridad, toda cosa que sea, toda cosa que tenga algo, puede serlo, puede tenerlo, así, asá… o no. Por ejemplo:

- A las personas les puede gustar el chocolate… o no. (Cuestión de gustos personales)
- Alberto podría dejar de tocar el piano… o no. (Como a él le gusta tocar el piano, es improbable que lo deje, aunque siempre será decisión suya)
- Podríamos haber abandonado la idea de hacer un blog como este… o no. (Pero decidimos ponernos a ello, sin embargo, no quita que nos cansemos y lo abandonemos)
- Me puedo ir a estudiar la carrera a Cuenca… o no. (Aunque quiero que así sea y es mi objetivo, puede ser que no ocurra)

No hablamos de “o no” en cuanto a la relatividad de la situación de cada uno o su entorno, sino en cuanto al simple hecho del poder ser o no, independientemente de la circunstancia. Aunque algo siempre sea así, aunque tengas una gran certeza de que algo es así siempre, podrá ser o no.

Al igual que mi profesora de filosofía –la cual me suspendería ahora mismo si pudiera- nos preguntaba si la mesa era verde (me gustaría tomar esta propuesta suya como punto de partida) o si simplemente la veíamos verde… Me ahorrare toda explicación sobre tal pregunta para añadir a todo esto, que su propuesta, puede ser una propuesta correcta, o no. No hay modo de saberlo. También, que simplemente, la mesa puede ser verde, o no, aunque todos la veamos así.

A lo largo de todas las entradas que haga en este blog, emplearé la expresión “o no” a menudo, ya que a mi parecer, es algo que conviene puntualizar tras cada información, y más si se habla de pensamientos personales, los más imprecisos que tiene el ser humano. O no.

Yo podría seguir escribiendo sobre esto, o no. Y va a ser que de momento, sí que será así.

Querido Alberto...

Voy a decirte algo, amigo mío:

Se que puede que no te importe, pero puede que algo más que a cualquiera que lea esto. Realmente, a no ser que redactes consejos generales, tutoriales sobre cómo hacer algo o una guía útil para ligar; a nadie le importará lo que vaya a escribir aquí. A mi tampoco me importa que a nadie le importe (aunque si mostráis interés, claro que me alegraré ^^), y toda crítica hacia lo que aquí se diga, no cambiará nada que ya esté escrito, por que los errores, errores son al fin y al cabo y nosotros queremos equivocarnos mucho.

Yo quiero escribir aquí cuanto pienso, te lo diré a ti y a todos, y me da igual a quién le importe o deje de importar, solo me interesa dejar un poco de mi pensamiento por aquí para que podamos discutir acerca de cualquier tema que nos surja. Si bien hablaremos sobre por qué utilizamos palabras y su importancia, las relaciones humanas, el propio pensamiento, el sentido de muchas cosas, etc.

Quiero comentar aquí mis impresiones sobre diversas preguntas que se hace el hombre y me hago yo mismo, quiero sacar nuevos porqués a la vida, al pensamiento humano, responderme, que me respondas y seguir encontrando nuevas preguntas.

¿Tu que dices?